Eran cerca de las once de la mañana, los últimos toques de maquillaje y peinado estaban listos; se puso el magnífico vestido con volados de tul, se miró al espejo una última vez antes de salir y se preguntó internamente: ¿En qué momento sucedió?
Abajo, la mirada de su familia aguardaba expectante.
Se armó de valor, bajó las escaleras y ahí estaba, su muchacho, su único hijo hoy se iría.
Él la miró, y halagando su belleza la abrazó, dibujando una sonrisa en el rostro de su madre.
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El mes pasado tuve la oportunidad de acompañar a Juan Luis Photographer (mejor conocido como el Charro) a documentar una boda en bodegas de Cote. Si no saben donde casarse, consideren seriamente este magnífico lugar de ensueño para su boda.
El día transcurrió tranquilo sin mayor contratiempo, pareja enamorada, hermosos detalles, bellos parajes, familia hermosa, colegas increíbles.
Como fotógrafa de bodas, creo que he cambiado, la maternidad que llegó a mi vida ha hecho que todo lo vea con distintos ojos, y que ahora más que nunca, viva en carne propia todas las emociones que transcurren en una boda. (Vaya que estas hormonas que corren por mi cuerpo me hicieron súper sensible y empática, jijiji)…
Al llegar el baile del novio con la mamá… las lágrimas inundaron mis ojos y me ví ahí. De repente ya no era Pancho y su mamá, sino mi hijo que se estaba casando, y que hoy volaba para formar su propia familia.
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